04 Abr 2012 | SINC
Como si fueran habitantes de una gran ciudad, las poblaciones de
hormigas (Lasius neglectus) también se exponen al riesgo
de sufrir una epidemia. En su caso, un lametazo lo cura todo. Un
equipo de científicos europeos publica en PLoS Biology
cómo funciona la inmunización social de estos invertebrados.
Matthias Konrad, uno de los autores del estudio, dice a SINC que "vivir juntos en grupos sociales tiene muchos beneficios, pero también supone un riesgo porque aumenta la probabilidad de transmisión de enfermedades por las interacciones".
La investigación demostró cómo las hormigas sanas acicalaban a las compañeras que habían entrado en contacto con un hongo patógeno (Metarhizium anisopliae). Este comportamiento social redujo drásticamente la infección, porque disminuyó el número de esporas de los hongos que se reproducían en la superficie de su cuerpo.
Como consecuencia, Konrad, que trabaja en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria, destaca que "el comportamiento social de acicalarse aumenta drásticamente la supervivencia de los individuos expuestos a patógenos, pero conlleva riesgos de contagio de la enfermedad para las hormigas cuidadoras".
Los experimentos se hicieron con cuatro poblaciones de hormigas, dos de ellas de origen español. El recorrido del patógeno se siguió mediante técnicas de fluorescencia. Después de observar la interacción entre hormigas, los científicos midieron su capacidad inmunitaria.
Los resultados sobre la memoria y la capacidad inmunológica de esta especie sorprendieron a los investigadores, ya que los invertebrados carecen de los mecanismos moleculares de los vertebrados necesarios para la inmunización.
La inmunidad en especies sociales
La investigación médica siempre se ha interesado por entender cómo los organismos luchan contra una infección. Una de las prácticas más comunes consiste en el ensayo error y uno de los remedios más habituales, la vacunación.
El éxito de este tratamiento consiste en la exposición de los individuos a un número controlado de patógenos para entrenar su capacidad inmunitaria contra la enfermedad.
Como en el caso de las especies sociales hay más posibilidad de contagio porque sus individuos viven en comunidad, la vacunación masiva contribuye a la inmunidad del grupo.
Además, también se observan otros comportamientos como la segregación de los miembros enfermos, gestión de las defunciones, valoración de la alimentación, etc.
Antes de la invención de la vacunación con cepas muertas o atenuadas, la inmunidad se inducía a las personas por la transferencia activa de niveles muy bajos de infección, a través de lo que se conoce por variolización.
Matthias Konrad, uno de los autores del estudio, dice a SINC que "vivir juntos en grupos sociales tiene muchos beneficios, pero también supone un riesgo porque aumenta la probabilidad de transmisión de enfermedades por las interacciones".
La investigación demostró cómo las hormigas sanas acicalaban a las compañeras que habían entrado en contacto con un hongo patógeno (Metarhizium anisopliae). Este comportamiento social redujo drásticamente la infección, porque disminuyó el número de esporas de los hongos que se reproducían en la superficie de su cuerpo.
Como consecuencia, Konrad, que trabaja en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria, destaca que "el comportamiento social de acicalarse aumenta drásticamente la supervivencia de los individuos expuestos a patógenos, pero conlleva riesgos de contagio de la enfermedad para las hormigas cuidadoras".
Los experimentos se hicieron con cuatro poblaciones de hormigas, dos de ellas de origen español. El recorrido del patógeno se siguió mediante técnicas de fluorescencia. Después de observar la interacción entre hormigas, los científicos midieron su capacidad inmunitaria.
Los resultados sobre la memoria y la capacidad inmunológica de esta especie sorprendieron a los investigadores, ya que los invertebrados carecen de los mecanismos moleculares de los vertebrados necesarios para la inmunización.
La inmunidad en especies sociales
La investigación médica siempre se ha interesado por entender cómo los organismos luchan contra una infección. Una de las prácticas más comunes consiste en el ensayo error y uno de los remedios más habituales, la vacunación.
El éxito de este tratamiento consiste en la exposición de los individuos a un número controlado de patógenos para entrenar su capacidad inmunitaria contra la enfermedad.
Como en el caso de las especies sociales hay más posibilidad de contagio porque sus individuos viven en comunidad, la vacunación masiva contribuye a la inmunidad del grupo.
Además, también se observan otros comportamientos como la segregación de los miembros enfermos, gestión de las defunciones, valoración de la alimentación, etc.
Antes de la invención de la vacunación con cepas muertas o atenuadas, la inmunidad se inducía a las personas por la transferencia activa de niveles muy bajos de infección, a través de lo que se conoce por variolización.
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